En 'Ensayo sobre la ceguera', Saramago nos describe un mundo de ciegos en el que reina el caos y la desorganización, donde las personas (si en algunos casos se les puede seguir llamando así) son capaces de hacer cualquier cosa por malvivir.
El autor mantiene su peculiar estilo narrativo, que a cualquier amante de la gramática puede llegar a sacar de quicio, e incluye una curiosa característica a la hora de relatar los hechos (por él imaginados). Se trata de la ausencia total de nombres propios ante un elevado elenco de personajes que van apareciendo y pasando a través del hilo argumental del ensayo y que se suple nombrándolos por características descriptivas (la mujer del médico, el hombre de la venda, el primer ciego, el niño estrábico, etc.) a la hora de referirse a los mismos.
El libro nos describe dos situaciones límites de la 'humanidad': El confinamiento en un manicomio en desuso de los enfermos, abandonados a su suerte y aislados completeamente de la sociedad, recordando un poco al Gran Hermano de 1984, y por otro lado la supervivencia de un mundo de ciegos colapsado por la inmundicia y la podedumbre.
El ensayo te hace 'ver' de un modo distinto como debe de ser la vida de los ciegos sin ningún tipo de ayuda ni de lo social ni de lo tecnológico. Aunque el punto de partida del ensayo es un poco simple (una ceguera que se contagia a través de la mirada) y el desenlace algo decepcionante hay que reconocer que el grueso del libro es bastante interesante y reflexivo.
1 comentarios:
En el mundo de los ciegos, el tuerto es el rey, es así de simple y da mucho que pensar.
y odio que no se escriba correctamente, creo que alguien tan leído y cultivado como él debería dar ejemplo de la gramática.
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