Según la RAE en su XXII edición del Diccionario de la Lengua Española un adefesio es un "despropósito, disparate, extravagancia" o bien un "traje o prenda de vestir o adorno ridículo y extravagante" y por último "una persona o cosa ridícula, extravagante o muy fea". Hasta ahí todo está claro, pero de donde procede su uso y aplicaciones es lo que me ha llamado la atención.
Como siempre el Google me ayuda a salir de dudas. El término procede del latín "ad efesios" en referencia al título de una de las epístolas de San Pablo presente en el Nuevo Testamento, la Epístola de San Pablo a los Efesios.
Según la versión de Miguel de Unamuno el origen del término "adefesio" proviene de los consejos y analogías, extraídos de la Epístola a los Efesios, que el sacerdote católico lee a las parejas que van a contraer matrimonio, consejos que por otro lado casi nadie hace caso, de ahí su relación y uso como disparate o despropósito. Es más el hecho de "hablar adefesios", según parece, se refería originalmente a "hablar en balde" y después a "decir algo extravagante". Más tarde el término habría pasado a usarse para las personas y a las ropas. El contenido de la citada epístola dicta así:
'Que la esposa se someta a su marido como al Señor. En efecto, el marido es la cabeza de su esposa, como Cristo es cabeza de la iglesia, cuerpo suyo. Y así como la Iglesia se somete a Cristo, así también la esposa debe someterse en todo a su marido. Marido, ama a tu esposa como Cristo amó a la iglesia [...] y la bañó y la santificó mediante el bautismo de agua. Él mismo debía prepararla porque deseaba una iglesia espléndida, sin mancha ni arruga ni nada parecido. [...] Esclavo, obedece a tu patrón con temor y temblor, con corazón sencillo, como quien obedece a Cristo. No sirvas solamente cuando te vigilan, [...] sino que cumple de todo corazón la voluntad de tu patrón.'
Por último, según mantienen otras versiones, el término adefesio toma el significado de disparate o de cosa fea en general debido al suplicio que se supone San Pablo sufrió en su estancia en Éfeso, donde durante el tiempo que estuvo corrió un grave peligro y en una ocasión estuvo a punto de ser muerto por el pueblo incitado por los comerciantes y sacerdotes que vivían del culto a Artemisa.