Los Asesinos

Asesinos, una palabra no muy bonita pero con historia. Y es que el término Asesino proviene de la famosa secta de los Assassini (conocida por múltiples libros, juegos y películas surtidos por el efecto Dan Brown). Esta secta era formalmente conocida como los ismaelitas, y era una facción herética y enemiga profusa de los sunítas ubicadas en el antiguo territorio iraní.

Pero ¿Por qué se les llamaba Asesinos?. Pues existen dos teorías al respecto, íntimamente relacionadas. La primera de ellas es que el falso profeta, jefe de los Ismaelitas se denominaba Hassan, más conocido como el Viejo de la Montaña y de ahí se deriva Hassassins como discípulos de Hassan. La segunda y más curiosa deriva de la droga Hachis formando el término Hachishins en referencia a los que actúan por medio de dicha droga, ya que los más fervientes discípulos de la secta sembraron el terror en todo el Medio Oriente por su capacidad y determinación para cometer asesinatos por orden del Viejo de la Montaña, bajo los efectos del narcótico.

¿Que trama desarrolló dicho personaje para conseguir tal control sobre la gente? Todo surge en un Castillo inexpugnable en lo alto de una montaña denominado Alamut o el Nido del Águila entre los siglos XI y XII. Allí el Viejo de la Montaña adoctrinaba religiosa y militarmente a los discípulos de la secta ismaelita, conocidos como fedayines, y se autoproclamaba como un gran profeta del Islam al que Alá le había otorgado grandes poderes. Entre dichos poderes se encontraba el de abrirle las puertas del paraíso a cualquier persona al que él designara. Para demostrarlo y poder obtener la determinación absoluta de sus más fervorosos creyentes (los fedayines, un arma viva a su disposición) les permitía el acceso al paraíso en vida para que conocieran sus gozos y virtudes y anhelaran conseguir la muerte por designación de su jefe con tal de poder volver a entrar al paraíso.

Evidentemente, no tenía las llaves del paraíso real, pero lo que sí que consiguió fue la creación de unos jardines secretos y ocultos en los que recreó el paraíso tal como lo describía el Corán, y lo llenó de huríes (damas del paraíso, realmente esclavas a su disposición que actuaban coaccionadas) a disposición de sus fedayines. Cuando decidía abrirle las puertas a uno de sus hombres, le entregaba la llave, que era una píldora de Hachís que les hacían tener alucinaciones y cuando volvían en si habían sido transportados a los jardines secretos, pensando que habían llegado al cielo a través de un vuelo astral o algo similar. Antes de regresar las huríes mezclaban de nuevo droga en su bebida y comida y lo llevaban de regreso al castillo. La irrepetible estancia en el jardín, unido al síndrome de abstinencia, hacía de éstos jóvenes (chicos inexpertos que no habían disfrutado de los placeres de la vida) un arma tremendamente eficaz, capaces de arriesgar su propia vida con anhelo de hallar la muerte bajo cualquier misión que le fuese encomendada.