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martes, 23 de diciembre de 2008

Los Cuatro Reyes Magos

Ni me he olvidado de contar, ni esa maniobra comercial americana denominada Santa Claus se ha convertido a rey mago, y es que por lo visto cuentan historias y leyendas desde siglos atrás que los Reyes Magos de Oriente no eran tres, sino cuatro. ¿Y quién nos falta pues para decorar el Belén? Su nombre era Artabán y era un joven príncipe persa que vendió todas sus posesiones para unirse a la caravana real que partía para adorar al hijo de Dios. Sus presentes eran un zafiro, un rubí y una perla.

Nuestro aventurero príncipe, por desgracia se perdió y no consiguió llegar a tiempo al mítico Zigurat de siete pisos de Borsipa donde debía encontrarse con los tres restantes reyes. Así que trató de llegar a Belén por su cuenta, pero por el camino se encontró un comerciante al que le habían robado todo y dejado casi muerto en mitad del camino. Artabán lo atendió y sanó y le ofreció el zafiro que llevaba para que el pobre hombre pudiese proseguir su camino. Este hecho le retrasó aún mas en su viaje llegando a destino la noche de los santos inocentes, cuando Herodes mandó asesinar a todos los recién nacidos, presenciando tal matanza y quedando tan atónito que llegó a ofrecer su rubí a un soldado que iba a atravesar a un recién nacido para que le perdonase la vida.Pero aunque el soldado aceptó el rubí su capitán se percató del soborno y detuvo a Artabán encerrándolo en prisión más de treinta años.

Cuando le fue concedido el perdón por el procurador romano, Poncio Pilatos ya habían pasado 33 años de su fatídica llegada. Al salir a la calle vio una multitud que se dirigía a un monte al que llamaban Gólgota, nuestro príncipe ya anciano, se dejó llevar por la multitud y al atravesar una plaza pudo observar como se estaba subastando a una joven, y el noble Artabán compró su libertad con la perla que aún custodiaba.

Fue entonces cuando el cielo se quebró y se volvió oscuridad y la tierra empezó a temblar. Una de las piedras caídas de un edificio que se desmoronaba golpeó en su cabeza y cayó desmayado al suelo. Al rato notó una mano que le sujetaba con una fuerza entrañable y un hombre de mirada cálida que le miraba emocionado a sus débiles ojos. El hombre tenía la edad de Artabán cuando llegó a Belén y le dijo con voz serena: Gracias por ayudarme cuando más lo necesité, por salvarme cuando no era justo que muriese y por liberarme cuando estuve esclavo. Artabán se quedó extrañado y con su último aliento de vida preguntó ¿cúando hice yo todo eso por tí?. La voz le respondió: Cuando lo hiciste por uno de tus hermanos lo hacías también por mí.

Artabán entendió el significado de las palabras y con el alma tranquila y en paz murió sabiendo que su suplicio no había sido en balde.


Una bonita historia, con poca repercusión en nuestra sociedad actual, pero que ha perdurado a lo largo de los siglos. Y con ella os deseo una felices fiestas.

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